Comenzó en Venecia. Fue allí donde descubrí que quería dedicarme a pintar. Que necesitaba pintar como el músico necesita componer. No fueron la belleza de los canales ni me sedujo su arquitectura o colores. Fue algo mucho más prosaico: tuve mi propio espacio. En mi estancia de 5 meses en la Academia de Bellas Artes de Venecia, donde tenía un pequeño rincón rodeada de otros pintores, desde cuya ventana solo podía ver los tejados de la ciudad con ocasionales apariciones de algún crucero que parecía flotar sobre ellos. Era un espacio austero pero era mi espacio. Me ayudó a concentrarme en la pintura. Lo importante para mí era mi pequeño lugar en el mundo. Un sitio para pintar. Entonces supe que disfrutaba pintando y con el tiempo me di cuenta de que era una necesidad. Pero empecemos por el principio.
Vamos al 2005. Mi primera formación académica fue un Grado Superior de Diseño Gráfico en la escuela de arte de Urnieta. Empecé adquiriendo un gran conocimiento digital. Por otra parte, siempre me ha interesado la dicotomía con la que se presenta el área digital y manual, dos universos que pueden ser perfectamente complementarios. Lo tangible y lo digital. De hecho lo son y existe una relación simbiótica entre ellos. De aquí me llevé esa idea, así como una base de conocimiento de la técnica que me sería muy útil, pasando por cursos de grabado, serigrafía y litografía en Arteleku. También me llevé un premio por un cartel sobre el medio ambiente y 3 meses de trabajo editorial en Bournemouth, Inglaterra.
Una de las cosas más importantes que saqué de aquella etapa fue centrarme y saber hacia dónde quería dirigirme: ingresé en la Universidad de Bellas Artes de la UPV. Sabía que quería compensar mi amplio conocimiento digital adquiriendo el dominio del trabajo manual -o como me gusta llamarlo, lo analógico: el dibujo, la estampación, procedimientos gráficos… Fue en este tiempo de la universidad cuando el Erasmus me llevó a Venecia, a descubrir mi interés en la pintura. Tras meses de trabajo de paleta la experiencia terminó con una gran exposición colectiva de los alumnos de la academia, previa a la Bienal.
En este trayecto de varios años descubrí otra de mis pasiones, enseñar. Me di cuenta a medida que iba ampliando mi formación de que se me daba bien formar a los demás. Que de hecho me gustaba tanto o más que crear. Esto implicó que a la vuelta de Venecia realizase un máster de educación artística. Desde entonces no he parado de enseñar ni de pintar.
En 2016 ingresé en el máster de especialización en pintura en la UPV. Paralelmante, entré a formar parte del grupo ExP. Juntos realizamos una exposición coetánea a la capitalidad cultural en Donostia. Era una acción en los márgenes institucionales que señalaba el descontento ciudadano por la forma de entender la cultura pública. Quise denunciar la gentrificación en una obra y, al mismo tiempo, dejar una puerta abierta a la esperanza en la otra. Un viaje del pesimismo concreto y cerrado de lo figurativo a la verdad abierta de la emoción abstracta.
Fui elegida por el restaurante de alta cocina, Azurmendi, para instalar en el comedor 10 obras de gran formato. Una de mis últimos trabajos, «Padre», ha sido seleccionado en el concurso del Hotel Carlton de Bilbao. En septiembre presento mi primera exposición en solitario. Mientras tanto, sigo formándome, sigo pintando. Cuadros, murales. Y, por supuesto, sigo formando a otros artistas, de todas las edades. Esto no ha hecho más que empezar.
Lucia Fermin